SIN LEGALIDAD NO HAY LIBERTAD
«La legalidad es condición de
libertad. Sin certeza del derecho no puede existir libertad política». Frente
al «espantoso caos de un mundo en ruinas», en el terrible invierno de
1943-1944, Piero Calamandrei comprendió cómo toda esperanza de «resurgimiento
duradero» tenía que fundarse sobre el restablecimiento del principio de
legalidad como «método de gobierno».
Si el fascismo había sido el
régimen de la ilegalidad desplegada, una legalidad republicana no solo debía
ser considerada fundamento esencial de la libertad, sino que tendría que ser
también «una legalidad capaz de modificar todas las leyes menos las puestas a
priori como condiciones necesarias para el respeto de la libertad».
El principio y valor de la
legalidad en sus diversas implicaciones es el eje en torno al cual gira la
peripecia teórica del gran procesalista y también constitucionalista que fue
Piero Calamandrei: «el tema/problema de toda su vida de jurista», según se ha
dicho. Pero no se trata de un eje inmóvil, pues a lo largo de esta experimentó
una evolución significativa, que acredita en él la ausencia de dogmatismo, la
presencia de una viva sensibilidad hacia los estímulos del entorno, y la
permanente disposición a hacerse cargo de las exigencias que una realidad
convulsa, y con frecuencia dramática, le planteó en su condición de hombre de
derecho y ciudadano intensamente comprometido con la salud de la polis. El
texto contenido en este libro da cuenta de uno de los momentos clave de ese
rico itinerario.
Reseñas y críticas:
- "Una lectura muy
recomendable en un tiempo en que, en las democracias, también se tiende a
legislar ad ostentationem y en que se adultera el discurso sobre la
desobediencia civil para presentarlo como una patente de corso". (La
Vanguardia, 16 de septiembre de 2019).
Autor Piero Calamandrei:
Nació en Florencia en 1889 y
murió en la misma ciudad en 1956. Hijo y nieto de juristas de relieve, fue uno
de los grandes procesalistas europeos del siglo xx, que nos ha legado obras
imperecederas de su especialidad, connotadas por la preocupación garantista y
la atención a las implicaciones axiológicas y sustantivas del proceso, más allá
de las formas. Alcanzó también fama como abogado, en lo que brilló tanto por su
calidad técnica como por su integridad.
Se distinguió por su compromiso
con la libertad y la legalidad, que le llevó a significarse, desde los primeros
momentos, en el antifascismo. Inicialmente crítico frente a la Resistencia,
reconsideraría esta postura, para convertirse en celoso defensor de sus
valores, como anticipación ideal de los que tendrían que dar sustento a la
Italia constitucional y democrática. Ya en esta, desempeñó un papel de primer
orden en calidad de constituyente y denunció luego con vigor la renuencia de la
primera mayoría democristiana a desarrollar la Constitución.
Cultivó desde niño con verdadera
fortuna la creación literaria: Inventario della casa di campagna (1941) es en
esta vertiente su principal obra. De su ingente producción jurídica destaca La
cassazione civile (1920); también sus Istituzioni di diritto processuale civile
(1941). Hizo importantes aportaciones al Derecho Constitucional, y fundó y
dirigió la revista Il Ponte.
Prólogo y traducción de Perfecto Andrés Ibáñez:
Magistrado emérito de la Sala
Segunda del Tribunal Supremo, y director de Jueces para la Democracia.
Información y debate. Ha sido vocal del Consejo General del Poder Judicial.
Entre sus publicaciones, destacan: El poder judicial (1986), escrito con
Claudio Movilla; Justicia penal, derechos y garantías (2007); Prueba y
convicción judicial en el proceso penal (2009). Es autor de prólogos y
traducciones de obras de L. Ferrajoli, D. Zolo, S. Senese, G. Scarpari y V.
Accatatis. Para Editorial Trotta ha cuidado las ediciones de C. Beccaria, De
los delitos y de las penas (2011), con prólogo de P. Calamandrei; L. Ferrajoli,
Poderes salvajes. La crisis de la democracia constitucional (2011) y P.
Calamandrei, Inventario de la casa de campo (2012) y Sin legalidad no hay
libertad (2016).
Colaboró durante más de treinta años en el diario El País.